El Umbra Light Festival de Vitoria-Gasteiz ha alcanzado una nueva cima en su cuarta edición, consolidándose como un referente de la escena artística lumínica tanto a nivel nacional como internacional. Tras tres ediciones previas que acercaron a la ciudadanía al mundo del Light Art, este año Umbra ha elevado la apuesta artística, presentando un programa excepcional que de nuevo ha cautivado a miles de visitantes entre el 14 y el 16 de febrero de 2025. La posibilidad de disfrutar de un festival que une arte, luz y reflexión social en una ciudad que ya de por sí rebosa cultura y vida, ha sido un regalo para todos los sentidos.
La ciudad como escenario lumínico
Gracias a la organización de Argia3, que nos ofreció la posibilidad de vivir la experiencia de forma privilegiada, pudimos adentrarnos en las 21 instalaciones de artistas nacionales e internacionales que invitaron a los asistentes a reflexionar sobre cuestiones actuales como el cambio climático, la identidad y los retos sociales. Entre ellas, no puedo dejar de destacar la monumental ‘PELOTARI’ de dLux.Pro, que transformó el frontón de la Plaza de los Fueros en un escenario de lucha simbólica que tocó especialmente el corazón de los vitorianos. Fue, sin lugar a dudas, una de las instalaciones más queridas por la ciudadanía, y no me sorprende, pues la manera en que mostró los estereotipos de género con un mensaje de resiliencia y empoderamiento fue simplemente brillante.
Conexión profunda y reflexión personal
Entre las instalaciones que más nos impresionaron al equipo de Lightecture, Lux Domus de Josep Poblet fue un claro ejemplo de cómo la luz puede convertirse en un refugio introspectivo. La obra, ubicada en la Catedral Nueva, jugó con el concepto de «domus», un lugar de protección, y nos invitó a disfrutar de un íntimo recorrido mientras la luz transformaba lentamente el espacio a nuestro alrededor, alterando nuestra percepción del entorno. Este trabajo, con su enfoque en la materialidad de la luz, nos sumergió en una experiencia única de introspección y reflexión personal, dejándonos con una sensación de calma profunda y una renovada conciencia del poder transformador de la luz.
Otra obra profundamente inmersiva fue la poética Dresses de Tae Gon Kim. Suspensión, luz y fibra óptica se unieron en esta instalación para contar historias de amor, intimidad y transformación a través de vestidos que brillaban en la oscuridad, con el Palacio Zulueta de fondo. Cada vestido, con su danza de luces cambiantes, ofreció una experiencia única de contemplación y conexión emocional.
Innovación tecnológica y reflexión social
Las grandes instalaciones tecnológicas del festival no se quedaron atrás. Ataraxie de Collectif Coin, con su serie de láseres rojos que se transformaban en estructuras complejas, nos invitó a reflexionar sobre la paz mental en un mundo post-pandémico.
De igual manera, la llamativa O, de Tiler Gab, presentó una experiencia visual impactante, donde la transformación del espacio a través de luz, color y sonido transportó a los espectadores a un ambiente onírico y reflexivo.
Entre las instalaciones de perfil tecnológico que más nos impresionaron, Range in Between de Jou Serra nos ofreció una reflexión profunda sobre las identidades de género, desafiando el binarismo a través de una interacción entre luz y materia, y creando un paisaje visual donde la luz del láser se dispersaba en diversas direcciones, generando colores y texturas sobre las paredes de la Catedral de Santa María que hablaban de la constante vulnerabilidad del cambio.
Un festival que va más allá de la luz
Umbra Light Festival ha demostrado, una vez más, que el arte y la luz pueden convertirse en un lenguaje universal que nos conecta a todos, en el que cada instalación invita a la reflexión, a la participación y, sobre todo, a la belleza efímera.
Mi agradecimiento a Carlos Torrijos y Rafael Gallego, comisarios del festival, y a todo el equipo por su dedicación. Me llevo, no solo imágenes que quedarán grabadas en mi memoria, sino también un sentimiento de comunidad y una sensación de que la luz, en su capacidad transformadora, sigue siendo una herramienta poderosa para la reflexión colectiva.
Esperaremos impacientes una nueva edición, que sin duda seguirá sorprendiendo e inspirando.
Fotografía: Nacho Arias
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