Por Abimael Méndez
Escenógrafo
Partí de México hacia el workshop en iluminación en Alingsäs, Suecia, con mucho entusiasmo, imaginando que sería una de las mejores experiencias de mi vida, y si he de confesar algo, es que definitivamente no me equivoqué.
Antes de partir quería asegurarme de llevar todo lo necesario para cualquier situación que pudiera suscitarse en mi camino, y poder conquistar todas las adversidades a las que me podría enfrentar. Llevar ropa térmica para el frío, un luminario de mano para la noche, un sleeping bag y una cobija extra para combatir el piso, un libro para soportar de buena gana las casi 16horas de vuelo, tapones para los oídos, en fin, todo lo necesario indispensable para que fuera un viaje donde no faltara nada, y así asegurarme de estar en el workshop lo más preparado posible.
Sin embargo, siempre se olvida algo, y es que los pequeños detalles al final es lo que hacen de un viaje la diferencia entre un viaje placentero y uno que puede ser caótico. A mí, por ejemplo, estoy seguro que pudo haberme ayudado llevar recuerdos de México para regalar, un tequila para compartir, una máscara de luchador, reguetón en mi celular, etc, cualquier cosa de mi país que se pudiera compartir con el resto. ¿Y porque me parece importante esto? porque conoces a otras culturas, que al igual que yo, estaban deseosas de conocer, como se “vive” en el lugar del que provengo.
Para mí, llegar a Alingsäs fue un choque cultural avasallador, pues es una ciudad además de muy callada, con mucho orden y limpieza, no porque México no lo sea (no lo es) si no porque definitivamente nunca había estado en lugar así. En Alingsäs la gente vive de una manera tradicionalista, donde lo más importante es su bienestar.
Llegue tarde (como buen latinoamericano que soy) con un poco retraso pues mi vuelo había salido dos horas después de lo que estaba previsto. Cuando llegue, la ciudad me esperaba con un clima un poco gris y con una temperatura más baja a lo que mi termostato está acostumbrado, aun así, bastante soportable el frío. Estuve deambulando por una hora cerca de la estación del tren en Alingsäs, buscando la recepción donde deberíamos hacer el registro, hasta que me encontré con unos chicos que portaban una chamarra negra donde atrás estaba la leyenda “Alingsäs Lights emotion” y me dije: seguro ellos saben algo, enseguida les hable preguntándoles si ellos hablaban inglés, a lo que me respondieron que sí, que hablaban y lo hablan bastante bien, les pregunte si sabían algo del Workshop, en ese momento me dieron todos los detalles acerca de lo que habían hecho durante el día, nos presentamos y resulto que ellos eran israelitas, sé que en ese momento nos caímos muy bien, ahora ellos son mis grandes amigos.
Definitivamente la experiencia en Alingsäs fue muy emotiva y enriquecedora, todos los que nos encontrábamos ahí, éramos de diferentes nacionalidades y estábamos igual de entusiasmados por el workshop, todos estábamos contentos por conocernos, y por conocer a nuestros coutches.
Nos separaron por equipos, nosotros debíamos elegir entre las diferentes opciones con que artista queríamos trabajar, esa fue una de las tareas más complicadas, pues todos los coutches traían propuestas muy interesantes y no había manera de elegir la mejor. Cuando mencionaron mi nombre en el cuarto grupo, me sorprendí y me levante entusiasmado al saber en el equipo que me tocaría estar, después fueron mencionando al resto del equipo y resulte ser el único extranjero y además, latinoamericano.
Al llegar al espacio que nos habían brindado para realizar nuestras juntas de trabajo con el equipo, yo estaba muy nervioso pues todos ellos eran suecos, no sabía si yo debía hablar en su idioma o ellos en inglés, lo primero que pensé es que mi sueco era nulo y mi inglés medio, así que sería desde ahí un gran reto trabajar con ellos. Evidentemente acordamos llevar el trabajo en inglés, sin embargo, los últimos días ellos hablaban el 80% en sueco, pues claro, con las prisas y la infinidad de detalles por resolver, les era más fácil y viable hablar en su idioma. No puedo decir que yo haya aprendido sueco, pero sí puedo decir que siempre nos entendimos pese a ser de lugares completamente diferentes.
Yo aprendí mucho acerca del trabajo en equipo en Suecia, el equipo que me toco me recibió con los brazos abiertos, fueron muy buenos compañeros de trabajo y grandes amigos. A lo largo de una semana el trabajo en el workshop se fue intensificando cada día más, llegábamos agotados y de madrugada, y nos levantábamos a primera hora para asistir a las conferencias y al lunch, no hubo mucho tiempo para distracciones pero si para conocernos.
Por las noches llegábamos y a pesar de estar fatigados, nos poníamos a jugar futbol o basquetbol, algunos jugaban cartas, otros bailaban o simplemente platicaban entre ellos. La convivencia entre los diferentes países que asistimos puedo decir que fue entrañable.
Lo que más me dejó el workshop en Alingsäs, además del aprendizaje técnico, que fue bastante, son grandes experiencias y grandes amigos que recordaré por siempre.
Más información: www.lightsinalingsas.se