Tras un fin de semana en el que miles de ciudadanos y visitantes han llenado las calles y los espacios emblemáticos del barrio del Poblenou de Barcelona, para disfrutar de una fiesta que tiene mucho de experimento y de ejercicio especulativo sobre las formas presentes y futuras de la ciudad, podemos afirmar que el festival Llum BCN se ha consolidado como un polo de creación lumínica, en la que ha sido su edición más internacional.
Llum BCN es un gran laboratorio del paisaje nocturno al aire libre, en el que durante tres noches se encuentran exploradores creativos de todas las disciplinas: el arte, el diseño de iluminación, la arquitectura, el audiovisual, la inteligencia artificial y las artes en vivo.
Una gran parte del éxito de esta iniciativa, que acaba de cumplir nueve años de vida, se debe a su directora artística, María Güell, y a sus dos comisarios, José Luis de Vicente y Oriol Pastor, responsables de la extensa y acertada programación de 57 instalaciones. Su intención, según contaron en la rueda de prensa previa a la inauguración, es que Llum BCN «no sea simplemente un festival de la luz». «Por encima de su carácter festivo, queremos que sea más que un espectáculo efímero. Una oportunidad para hacer preguntas, desafiar nuestras visiones preconcebidas de lo que puede ser el espacio urbano y crear nuevos modelos de participación y convivencia. El festival rebosa secretos, sorpresas e imágenes inéditas difíciles de volver a ver, tiñendo de luz los rincones cotidianos».
Recorrido por las instalaciones artísticas internacionales
Los creadores que participan en el Llum BCN, procedentes de todo el planeta y de todas las disciplinas, reivindican con sus trabajos que los medios del texto, la luz, la tecnología digital y la imagen en movimiento pueden salir a la calle sin estar al servicio de la comercialización del espacio público y del bombardeo de mensajes informativos a que se nos somete diariamente.
Algunas de las propuestas más interesantes se concentraron alrededor de la Plaza de las Glorias y del Museo del Diseño DHUB, la verdadera puerta del festival. En su interior, FIAT LUX, el enrevesado laberinto inmaterial que Antoni Arola instaló en la gran sala, expandía los límites de nuestra percepción, materializando la luz para construir auténticas arquitecturas visuales.
A su lado, una de la instalaciones inmersivas que más gustó, The Day We Left Field de Tundra, nos sumergía en una descarga de estímulos de alto impacto, en un viaje al interior de nuestro sistema nervioso.
En el exterior, el magnífico Museum of the moon, de Luke Jerram, reproducía con una fotografía de satélite de alta definición la superficie de la luna, un objeto que ha recorrido decenas de ciudades de todo el mundo, y que en esta ocasión reflejaba su silueta en la lámina de agua del lago para deleite de los instagramers.
La fachada del DHUB tuvo como protagonista al argentino Julio Le Parc, un nombre fundamental en la historia del arte del siglo XX por su contribución a movimientos como el arte óptico y el arte cinético, y que a sus 91 años conserva un saludable sentido del humor y una fina ironía, como pudimos comprobar los asistentes al espacio de debate Ágora. Con su trabajo Metamorfosis, Le Parc quiso transmitir “la idea de secuencia, de aquello que es inestable, del movimiento, la luz, el color, de aquello modulable, de las superposiciones en asociación entre sí y en simbiosis con músicas de mi predilección”.
Frente al DHUB Ledscontrol propuso Spectrometer, un espectáculo visual y sonoro de nueva cración que proporcionaba una experiencia diferente en cada punto, con la imponente figura de la icónica Torre Agbar, ahora Torre Glòries, como telón de fondo.
En el Espacio Simon 100, el colectivo londinense United Visual Artist presentó una de las mejores propuestas del festival, Musica Universalis, un hipnótico instrumento espacial que investiga las resonancias de objetos lejanos de nuestro sistema solar, a través de una serie de esculturas cinéticas, cada una de las cuales contenía una forma esférica y un mecanismo que controlaba una fuente de luz giratoria y un altavoz. La luz emitida en el espacio creaba intervenciones e interacciones con la arquitectura que lo rodeaba.
Otro de los platos fuertes del festival fue el espacio de experimentación Sol de Kurt Henschlager. Situado en el Espacio 88, Sol conducía a los visitantes hasta los límites de su percepción en una instalación que generaba una angustiosa sensación de pérdida de control, seguida de alteraciones de la conciencia y la percepción. El público, inmerso en una oscuridad absoluta que se podría describir como un vacío perfecto, era expuesto a una serie de animaciones abstractas, en forma de breves relámpagos, que proporcionaban imágenes que persistían en la retina cuando se volvía a la oscuridad. Las imágenes se desvanecían gradualmente hasta que se producía el siguiente flash de luz. Por la naturaleza de la obra, el artista no permitía la realización de fotos ni vídeos, así que no disponemos de ninguna.
Con Datamonolith_IA architectural data sculpture en el Parc del Campus Audiovisual del 22@, el estudio Ouchhh nos pregunta qué pasaría si los datos más antiguos que se conocen sobre los orígenes del mundo y la inteligencia artificial (IA) se unieran para crear arte arquitectónico público. Un monolito de datos tiene el propósito de aprender de la información recogida en el yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe en Turquía, la cuna de la civilización y donde nacieron las primeras ciudades, los estados y la escritura.
De las instalaciones interactivas que me pareció que más gustaban a los visitantes, me quedo con Here be Dragons de Futura VR Estudio, un espectacular videojuego con las últimas tecnologías de captura del movimiento en el que la puntería, agilidad, lógica y capacidad de trabajo en equipo servian para derrotar al terrible dragón.
También Relax&Release de Kimatica reaccionaba al movimiento de los visitantes, en un juego que premiaba la interactividad y la conectividad entre las personas. El objetivo final de la obra es mejorar la conexión física y emocional del cuerpo y la mente.
EL FESTIVAL DA CABIDA A LAS ESCUELAS DE LA CIUDAD
La participación de las escuelas de arte, diseño, iluminación y arquitectura han sido parte intrinseca del festival desde la primera edición. En su novena edición ha sido 17 escuelas que han competido para obtener el premio de la mejor instalación juzgada por comisarios, artistas participantes y expertos siguiendo criterios tanto artísticos, como técnicos o de eficiencia energética y sostenibilidad.
Los dos ganadores ex-aequo en esta edición has sido Phosphens de BAU, Centre Universitari de Disseny y Vibe Cast de la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona ETSAB.
Ágora, un espacio para analizar la luz
Personalmente me ha parecido una gran propuesta la creación del espacio Ágora en el Hotel SB Glow, en el que durante tres días los interesados en el diseño y la luz hemos podido escuchar a los principales artistas del festival hablar sobre su trabajo y su trayectoria artística. Su apertura el viernes 14 al mediodía fue un aperitivo perfecto para el gran banquete que representó intentar visitar las 57 instalaciones en tan solo 5 horas. Animo a los comisarios de Llum BCN a repetir la iniciativa en sus futuras ediciones.
Circuito alternativo Off Llum
Este recorrido organizado y gestionado por Poblenou Urban District, con 15 instalaciones lumínicas de pequeño y medio formato donde participan artistas y diseñadores en un circuito más experimental, ha sido un complemento perfecto dentro del marco del festival Llum BCN en el que artistas noveles y también consolidados, además de asociaciones como la APDI, han encontrado un marco en el que mostrar su trabajo.
En resumen, el programa de la novena edición ha sido una propuesta acertada que ha vuelto a llenar las calles del Poblenou de curiosos ciudadanos de todas las edades, ansiosos de disfrutar y experimentar con la luz. Una fórmula exitosa que ha brillado con luz propia.