Roig, una de las instalaciones que con motivo de las fiestas de Santa Eulalia se celebró el pasado 7, 8 y 9 de febrero en Barcelona, parece crear un paisaje en un retazo de luna, de serrín y terciopelo.
Atrapada en escenarios del pasado, la instalación de Antoni Arola ilumina las vidas y contradicciones de los que ya no están, con un rojo apasionado. Evoca con insistencia, convoca a un pasado que permanece, que rezuma entre los muros de la muralla romana que la sostienen. Quien sabe si hermosas damas, si caballeros con chistera, si pañuelos con encaje y puntillas cayendo al vacío.
La muralla romana recoge la luz encarnada y la rebota desde los muros que envuelven la instalación. El espectador se siente incómodo en este espacio inquietante y místico. La luz cambia la percepción de la realidad, trasladando la memoria de los hechos que tuvieron lugar en este palacio, escenarios de pasión que quedaron atrapados entre las piedras y, de la misma manera que la historia ha marcado un edificio, una ciudad o un territorio, permite que el visitante deje su huella en la gran alfombra roja, que el paso de las horas irá desdibujando.
El serrín amortigua el sonido de los pasos rojos, huellas estáticas que la luz se encarga de teñir. Damas y caballeros, suban y vean, utilicen una de sus armas más poderosas, déjense llevar por la imaginación…
Un agradecimiento muy especial al equipo del Estudi Arola que hizo posible la instalación: Enric Rodriguez, Claudia Garcia Mauriño, Miguel Leal y Adriana Comparetto.
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