Miradas sostenibles en el Día Internacional de la Luz

dia internacional de la luz
15/05/2023

El 16 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Luz, una celebración decretada por la UNESCO con el objetivo de dar a conocer la importancia e infinitas posibilidades de la luz para los seres humanos.

En el contexto de emergencia climática que estamos atravesando, es necesario plantearse soluciones que nos dirijan hacia un futuro más sostenible, que necesariamente inciden en la utilización de los recursos de forma consciente y respetuosa con el planeta.

El camino hacia la sostenibilidad también pasa por replantear nuevos modelos de iluminación que den respuesta no solo a un uso eficiente de la energía, sino que también se centren en reducir la contaminación lumínica de nuestras poblaciones. Un futuro más sostenible implica necesariamente una iluminación respetuosa con el medio ambiente que de valor a la oscuridad. 

Para celebrar el Dia Internacional de la Luz, el equipo de Lightecture reúne y da voz a Coque Alcazar, Daniela Viloria y Alfred Sá, tres relevantes profesionales del sector de la iluminación comprometidos con la necesidad de implementar una iluminación más equilibrada, sostenible y consciente en nuestros entornos.

Coque Alcázar

Ingeniero industrial, coautor de la filosofía SlowLight

¿Iniciativas como el Día Internacional de la Luz son importantes para fomentar una mayor sensibilización publica acerca de la importancia de la luz en nuestros entornos, salud humana y también ecología?

Son importantes porque hoy en día hay pocas personas que sean conscientes de lo que se esconde detrás de encender un punto de luz en el de alumbrado exterior, o de pulsar un interruptor que enciende una de las lámparas que tenemos en casa. La gente desconoce qué significa utilizar la luz en general, por eso desde la asociación Slowlight queremos participar en el DIL 2023 para aportar nuestro granito de arena desde nuestro campo, que es la iluminación exterior y el paisaje nocturno, para orientarla hacia la ciudadanía. Desde Slowlight, la APDI y la asociación Ciudades que Caminan hacemos un esfuerzo para reflexionar con la ciudadanía sobre la importancia y el uso responsable de la luz, con una propuesta innovadora que lo acerca a la ciudadanía y a la administración local. Desde su origen, en el 2017, el Día Internacional de la Luz se ha orientado al sector científico. Esta celebración es importante por el contexto actual que nos toca vivir, orientado hacia objetivos de desarrollo sostenible como eje de transformación, el cambio climático, etc.  Estamos acostumbrados a vivir en ciudades sobreiluminadas, con una mezcla desordenada de diferentes capas de luz, porque la contaminación lumínica es un vector de contaminación ambiental que está creciendo enormemente en intensidad y en extensión y que está degradando la noche.  Por ello, tenemos que tener claro que la luz está íntimamente relacionada con nuestras vidas, con la del planeta. Una relación del pasado, del presente y que será en el futuro. En esta reflexión no se incluye solo la luz natural, sino también la artificial y a su ausencia, la oscuridad. Por eso creo que es enormemente importante concienciar a la ciudadanía sobre un uso equilibrado y responsable de la luz. 

¿En un mundo amenazado por el cambio climático qué preguntas debemos plantearnos para avanzar en la búsqueda de una iluminación más sostenible?

Deberíamos hacernos varias preguntas.  La primera, como técnicos y ciudadanos, es hasta qué punto podemos tolerar la degradación de la noche como daño colateral al progreso. Deberíamos preguntarnos lo mismo sobre el cielo nocturno: hasta qué punto estamos dispuestos a permitir un cielo degradado que nos impide contemplar las estrellas y hasta qué punto estamos dispuestos a permitir que afecte a nuestra salud. Basta recordar que tenemos datos que apuntan a que dormimos dos horas menos que hace un siglo y que cerca de ocho millones de españoles tienen problemas para dormir.  Así, las personas, los países, los gobiernos necesitamos para ser sostenibles respetar la noche, la oscuridad natural, buscar ese equilibrio día-noche que marca nuestro ADN. De hecho, la gran pregunta es: ¿cómo podemos tomar conciencia colectiva de que es necesario un calmado de la iluminación artificial? En Slowlight queremos ser parte de esa respuesta, por eso estamos lanzando nuestra iniciativa, porque creemos que ese movimiento colectivo es uno de los elementos para resolver el cambio climático.

¿Qué cambios deberíamos llevar a cabo o qué hábitos deberíamos modificar para revertir la situación y preservar el planeta para futuras generaciones?

Estamos ante un problema global muy complejo. Como tal es difícil de resumir y sintetizar. A veces basta con que tomemos pequeñas medidas, tanto a nivel individual como colectivamente y concentrarnos en lo esencial. Es necesario reflexionar sobre el hecho de que si estamos iluminando para las personas no estamos iluminando para el planeta ni para la biodiversidad. No debemos ser egoístas en este aspecto. Es necesario un cambio de conciencia individual y colectivo, hace falta calmar la iluminación. Esto traerá una serie de ventajas clarísimas como por ejemplo la reducción de energía consumida. Y esto se puede lograr a través de una iluminación inteligente.

En oposición a la sobreiluminación actual, ¿deberíamos reconsiderar el papel de la oscuridad en nuestros entornos urbanos y acostumbrarnos a vivir con menos luz de lo que lo hacemos? ¿O menos luz implica menos seguridad?

No hay una relación directa entre seguridad e iluminación, pero es cierto que la sociedad aún relaciona la oscuridad y la noche con algo perjudicial, que nos pone en riesgo. Desanclar esta concepción no es fácil, pero hay suficientes estudios y pruebas que acreditan que no hay relación entre los incidentes en el espacio público y la iluminación. Por lo tanto, si hay una reducción progresiva de la iluminación en las ciudades, la ciudadanía no va a ser consciente porque la visión se irá acostumbrando. El problema se produce cuando hay desorden, cuando la iluminación pública baja de intensidad y, en cambio, se suple con iluminación privada, como a veces sucede con la iluminación de acento de locales. Este desorden provoca que el ojo humano cuando encuentra una zona de mayor iluminación, pública o privada, considera que en la otra falta luz. Este cambio se debe hacer con planificación y un diseño profesional, acompañado de una decisión política clara para que la ciudadanía sea consciente.

Daniela Viloria

Diseñadora de iluminación y docente

¿Iniciativas como el Día Internacional de la Luz son importantes para fomentar una mayor sensibilización pública acerca de la importancia de la luz en nuestros entornos, la salud humana y también la ecología?

Sin duda este tipo de celebraciones sirve para hacer un alto en el camino, sobre todo para la población en general, y que por un día se haga consciente de ese elemento que damos por sentado, que asumimos que va a estar ahí siempre, pero sobre el que no nos detenemos a pensar en profundidad. Junto al aire, al agua y los alimentos, la luz es un agente vital. Al entender su importancia, podemos empezar a preguntarnos cuál es el rol que juega en nuestra vida, como interactuamos con ella. A partir de estas reflexiones, surge el sentido común que va a dictarnos cómo utilizarla e implementarla en nuestros espacios. Por lo tanto, todo el diálogo que se puede establecer en torno a la luz, empieza por detenernos a reconocer su vital importancia en nuestras vidas.

¿En un mundo amenazado por el cambio climático, qué preguntas debemos plantearnos para avanzar en la búsqueda de una iluminación más sostenible?

En un mundo amenazado por el cambio climático la primera pregunta que debemos hacernos es cómo impacta la luz en nuestra salud y en nuestras vidas. Si no comprendemos ese proceso, no podemos extrapolar la pregunta a ámbitos más amplios y ambiciosos. Debemos imaginar el futuro y preguntarnos sobre las consecuencias de no realizar cambios de hábitos, de actitud o sistemas. Por ello, la pregunta fundamental es ¿Cómo mejorará o empeorará mi vida si hago o no hago los cambios necesarios a partir del entendimiento de cómo interactúa la luz con nuestro organismo?

¿Cuáles son esos cambios que deberíamos llevar a cabo o qué hábitos deberíamos modificar para revertir la situación y preservar el planeta para futuras generaciones?

Los cambios más importantes son los pequeños hábitos en el día a día. En primer lugar, el consumo consciente. En el momento de seleccionar un sistema de iluminación para mi hogar, debo preguntar sobre los sistemas de iluminación que voy a implementar, informarme de las características de las luminarias que escoja y su impacto en mi vida y mi desempeño diario. En el entorno laboral, donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, la gestión de cambios tal vez no esté en nuestras manos, pero si podemos concienciar a los responsables para que se implemente un sistema de iluminación saludable. Y finalmente, como ciudadanos, nuestra labor es informarnos, analizar los entornos urbanos que habitamos, entender cómo deberían ser y hacer las solicitudes pertinentes a través de los tejidos asociativos sociales. Lo más importante es hacernos eco del mensaje y de la información correcta para la adquisición y gestión de los sistemas de iluminación que nos rodean en nuestros espacios, a escala doméstica, laboral y en nuestras ciudades.

En oposición a la sobreiluminación actual, ¿Deberíamos reconsiderar el papel de la oscuridad en nuestros entornos urbanos y acostumbrarnos a vivir con menos luz de lo que lo hacemos? ¿O menos luz implica menos seguridad?

Creo que tenemos que resignificar la luz y la oscuridad. Este acto implica reconocer que la oscuridad también tiene sus bondades ya que la noche y sus características intrínsecas también son necesarias para una buena vida. Tradicionalmente se le ha atribuido a la oscuridad una connotación negativa, vinculada a lo prohibido. Esto influencia la manera en la que percibimos nuestros espacios nocturnos. En la época actual, encaminados hacia las ciudades inteligentes, existe una equívoca intención de hacer que la noche parezca día. Por ello deberíamos empezar a limitar nuestra actividad nocturna. Para hacer ese parón es importante entender los lenguajes y códigos propios de la noche, que desarrollan una riqueza perceptiva propia. Gestionar estos lenguajes nos encamina a comprender la luz necesaria para esos espacios nocturnos. No se trata de acostumbrarnos a vivir con menos luz sino con la cantidad necesaria. Hace falta recalibrar nuestros conceptos respecto a lo que es mucha o poca luz.

Alfred Sá

Diseñador de iluminación y divulgador de la cultura de la luz

¿Iniciativas como el Día Internacional de la Luz son importantes para fomentar una mayor sensibilización pública acerca de la importancia de la luz en nuestros entornos, la salud humana y también la ecología?

Sí, la iluminación artificial es un magnífico recurso, pero del que, en realidad, estamos abusando un poco. Podríamos vivir con una cantidad importante de iluminación artificial, pongamos como ejemplo 1000 lux, pero también podríamos vivir con 100 lux incluso con 5 o 10 lux. Mediante jornadas como el Día Internacional de la Luz se pretende llegar a más público, concienciar a la ciudadanía y hacerle ver que no es necesario despilfarrar energía, pues es un recurso limitado, y que con poca luz tenemos suficiente. Por salud y por respeto al planeta, hemos de aplicarnos una iluminación nocturna de bajo nivel, respetuosa con el medio ambiente. Si hay preocupación por motivos “de seguridad”, ya existen soluciones técnicas, sensores que aumentan la luz con la presencia de personas.

¿En un mundo amenazado por el cambio climático, qué preguntas debemos plantearnos para avanzar en la búsqueda de una iluminación más sostenible?

Podríamos preguntarnos por ejemplo ¿Cuánta luz necesitamos realmente para vivir? ¿Cuál es el rango de niveles de iluminación en que el ojo humano trabaja mejor? ¿Cuánta luz necesitamos para trabajar? Pues la respuesta es muy amplia, y para algunos será sorprendente. De día, el ojo humano trabaja y se adapta perfectamente  a valores muy elevados de iluminación, en verano más de 100.000 lux. Pero de noche, el ojo también se adapta a la perfección a la escasez de luz, para ello tiene tres tipos de células en la retina, y podemos ver perfectamente con la luz de la luna plena (que son solamente 0,2 lux) e incluso con menos luz, tras un periodo de adaptación, el ser humano es capaz de ver lo suficiente. En cuanto al trabajo, depende de la dificultad de la tarea, son suficientes valores de 100 lux a 1500 lux, pero generalmente para leer, estudiar, trabajar en una oficina, los valores en la mesa deben estar sobre los 500 lux.

¿Cuáles son esos cambios que deberíamos llevar a cabo o qué hábitos deberíamos modificar para revertir la situación y preservar el planeta para futuras generaciones?

El exceso de luz nos empobrece, consumimos recursos limitados. Por suerte, las nuevas generaciones ya van tomando consciencia de la sostenibilidad en todas sus facetas, y la necesidad de ajustar los consumos a las necesidades reales del ser humano. Falta todavía mucho por hacer, pues sólo hay un planeta, no existe un plan B. Recuerdo que, hace muchos años, yo mismo siempre quería poner “más y mejor luz” en el interior de las casas de familiares, porque algunos vivían un poco en la penumbra. Les decía “pon más luz y luego la regulas y la ajustas a lo que necesitas”. Todo esto ha cambiado un poco, todos somos conscientes de que desde el proyecto inicial ya hemos de ajustar los parámetros a los mínimos, valores necesarios pero suficientes. Y es muy importante también ajustar las tonalidades de la luz.

En oposición a la sobreiluminación actual, ¿Deberíamos reconsiderar el papel de la oscuridad en nuestros entornos urbanos y acostumbrarnos a vivir con menos luz de lo que lo hacemos? ¿O menos luz implica menos seguridad?

Sí, ahora sabemos que valores muy bajos de iluminación son suficientes, y las normas de cada país así como las de la UE, van en ese sentido. Para combatir la sensación de inseguridad que pueden tener algunas personas ante un bajo nivel de la luz, es aconsejable incrementar puntualmente la luz con sensores de tipo presencial. Pero esa sensación de inseguridad se debe combatir también con otros sistemas como cámaras de TV, señalización y sobre todo, con más educación. Sin educación, cualquier cantidad de luz puede ser insuficiente para evitar robos, agresiones o vandalismo en general.

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