La ciudad de Granada suma a sus encantos un templo que erigido por sus feligreses es un lugar que rinde homenaje al transformar de la luz natural. Obra de la arquitecta Elisa Valero, con diseño lumínico del estudio Arkilum, la iglesia del Espíritu Santo se construye de espacio y luz. Con un presupuesto limitado y condicionado primero por la pandemia y después por la crisis energética, el proyecto de Valero reduce la expresión de la arquitectura a lo verdaderamente esencial.
Narrativa arquitectónica
El edificio se estructura mediante decisiones funcionales que dan protagonismo a los elementos esenciales de la arquitectura: espacio y luz. El espacio interior se integra por un suelo que realiza una ligera pendiente hacia el altar. Las paredes y el techo se pliegan rítmicamente y la sección eleva y expande la verticalidad del volumen de la nave.
El escenario para el vaivén lumínico lo compone la secuencia de siete lucernarios, el último de los cuales, situado sobre el altar, se sobredimensiona. Esta composición hace que la luz genere y abra el lugar. La narrativa que ejecuta Valero refiere, con esta sucesión de luz cenital, a los siete dones del Espíritu Santo.
Tejer el espacio mediante la luz
La secuencia y orientación de los siete lucernarios dirigen la luz hacia los feligreses. Una luz que siempre proviene del altar al que miran, la luz natural y su evolución paulatina a lo largo del día es la luz característica de este templo.
Dentro de este contexto arquitectónico, el proyecto de vidriera, una colaboración entre Arkilum y Elisa Valero, se erige como una poesía visual destinada a resaltar la arquitectura de la luz natural y como esta genera a lo largo del día distintos lugares de luz.
Los desafíos del diseño de la vidriera eran tres. En primer lugar, la necesidad de un uso sensible del color, deseando la presencia del color pero evitando una arquitectura interior permanentemente teñida. En segundo lugar, la asimetría creada por la orientación del templo, y finalmente, el reto económico.
Luz caleidoscópica
La solución a los desafíos del diseño de la vidriera llega de la mano del vidrio dicroico, específicamente las últimas lunas de vidrio Narima de Schott, remanentes de una producción ya cesada.
Colocar las costillas de vidrio dicroico de forma perpendicular a los lucernarios permite una iluminación suave sin teñir permanentemente el espacio de color. Con las costillas de vidrio en esta posición respecto del plano del lucernario, sólo se activan cuando incide luz directa.
La vidriera existe siempre, desde la nave se pueden disfrutar su secuencia de colores al mirar hacia arriba, pero nunca tiñe el espacio de color, ni siquiera cuando incide luz directa sobre la misma.
La asimetría del templo se convierte en una delicada secuencia de colores durante las horas matutinas gracias al recubrimiento dicroico. Este recubrimiento divide literalmente la luz, creando una simetría restaurada entre la luz transmitida y la luz reflejada en las paredes laterales.
A lo largo del día, la luz se despliega en toda su riqueza cromática sobre la pared, generando un efecto casi místico y mutable.
La Iglesia del Espíritu Santo es un proyecto de gran riqueza perceptiva, donde la luz natural teje, con sus colores, el lugar, siempre cambiante, y transforma el espacio en una experiencia altamente sensorial.
Con su innovadora vidriera ETER, la iglesia del Espíritu Santo en Granada no solo enfrenta desafíos económicos y medioambientales, sino que redefine la arquitectura de la luz. La colaboración única entre Elisa Valero y Arkilum, aprovechando las últimas lunas de vidrio Narima, da vida a un espectáculo cromático simétrico en un espacio de culto que se ilumina con la magia de la luz natural.
Arquitectura: Elisa Valero
Diseño de iluminación: Arkilum
Fotografía: Fernando Alda
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