Cuando Simon Lighting nos propuso el reto de realizar una instalación lumínica para la fachada de su antigua fábrica con ocasión del festival Llum BCN 2019, enseguida supimos que el primer elemento a trabajar junto a la luz sería la narrativa del proyecto. Queríamos escenificar algo que pudiese evocar y celebrar el recorrido centenario de la empresa y su búsqueda de conexión con las personas.
La inspiración nos vino al descubrir en sus antiguos catálogos el pulsador 897, un icónico mecanismo del 1967 con un botón circular rojo y cóncavo que destaca sobre una sinuosa base en baquelita negra brillante y sobresale ligeramente hacia el observador. Comparado con los tonos neutros y las formas minimalistas de los mecanismos actuales, que se integran silenciosamente en la arquitectura, el divertido círculo rojo sobre fondo negro nos sorprendió por su atrevimiento y nos habló de como su contraste cromático atraería la mirada de las personas, de cómo la base en relieve lo proyectaría hacia ellas invitándolas al contacto, y de cómo su forma ligeramente cóncava acogería perfectamente las yemas de sus dedos índices, mientras el sonido pulsante de su timbre se reproduciría en el ambiente.
Nos pareció un ejemplo de aproximación entre tecnología y personas, la que genera conexión a través del placer de los sentidos, del gusto por la interacción, y de la diversión. Repasando la iconografía y el imaginario de la época nos encontramos en el fantástico mundo del arte óptico, donde reinan las luminarias cambiantes de Panton y donde las salas de control de Odisea del Espacio son dominadas por misteriosos ojos-cámaras rojos que emergen de la oscuridad.
Decidimos entonces reinterpretar el pulsador 897 en clave lumínica y convertir la fachada principal de la fábrica en una enorme botonera modular luminosa, para que a través de la luz y el sonido contara la imaginaría historia del pulsador 897, su nacimiento, su momento de gloria y su desaparición. Una metáfora de como las tecnologías que llenan nuestras vidas van apareciendo, conectando con las personas, evolucionando, para luego desaparecer y dejar espacio a las siguientes innovaciones tecnológica.
Trabajamos un elemento luminoso circular que se colocaría centrado en cada una de las 75 ventanas de la fachada principal del edificio. Queríamos que cada uno de los elementos emergiera como flotando desde la oscuridad de las ventanas y que a través de su luz y su sonido buscara por un lado establecer un contacto con los espectadores y por el otro generar una red de conexión y un diálogo coral con las demás luces-botones de la fachada-botonera. Se estudiaron las proporciones para que el elemento luminoso tuviera una escala humana y una colocación baricéntrica en el marco de las ventanas. Su soporte se dimensionó y se colocó para que se mimetizara con los marcos y desapareciera virtualmente, pero sobre todo trabajamos el circulo luminoso en sí, para que no fuera un botón luminoso plano sin más, si no que tuviera personalidad y algo de misterio para atraer e intrigar la mirada de los visitantes.
Por eso, aun empleando elementos planos, por vínculos de ejecución y recursos, buscamos trasmitir profundidad, tridimensionalidad y relieve. Optamos por superponer capas de materiales con diferente comportamiento lumínico: metacrilatos translucidos, fumé y espejos espía, alternando zonas de sombras, zonas de brillo y zonas de claroscuro. Las tiras de LED digitales, controladas con sistema Protopixel, se colocaron para generar dos efectos contrapuestos. Por un lado, una luz “extrovertida”, que se expandía hacia los marcos de las ventanas, buscando conquistar la fachada y expandir su influencia en el entorno. Por el otro, una luz “frontal”, dirigida hacia el centro-pupila del círculo y que, interactuando con las diferentes capas de materiales, restituiría efectos ópticos pulsantes e hipnóticos.
Los dos efectos lumínicos combinados, estarían en constante cambio de intensidad, color y dinamismo, impidiendo al espectador fijar una imagen univoca del elemento luminoso, como si fueran un iris y un cristalino buscando perpetuamente el contacto visual y el enfoque del público. De noche, el centro del círculo luminoso era una misteriosa pupila negra que absorbia la luz; de día era un espejo que flotaba sobre una base fumé y se mimetizaba reflejando el entorno y los tonos grisáceos del edificio.
El guion lumínico y sonoro de la instalación se trabajaron conjuntamente, con la colaboración del sound designer Voltereta. Ya que queríamos escenificar la historia del pulsador, su aparición, su auge y su descenso, y buscábamos una conexión emocional con las personas, pensamos que el sonido tenía que evocar sensaciones de cercanía y de diversión, de una manera lúdica y sencilla. Situarnos en los años 60-70 como sonoridades nos pareció acertado, para reinterpretar los sonidos elementales de los primeros videojuegos, de “Encuentros en la tercera fase”, donde 5 notas eran suficientes para conversar con los alienígenas, y para evocar una paradójica nostalgia por un futuro tecnológico colorido, juguetón y algo ingenuo, que se situaba entonces en el lejano año 2001, y que al final no ocurrió tal y como lo imaginamos.
La sesión empieza con un único círculo rojo encendido, la luminaria “leader” de la instalación, situada en el centro de la fachada, que se enciende sobre el fondo oscuro de las ventanas apagadas y empieza a pulsar emitiendo su primera luz y sonido. Quien conoce el Código Morse se ha percatado de que la solitaria luminaria literalmente dice “Hola” al mundo. Su halo de luz extrovertido escanea los alrededores y, poco a poco, activa los demás pulsadores, que van contestando “Hola” de manera aleatoria con sus luces y sus voces en diferentes colores y registros. Hasta que la luz “leader” pone orden y hace que todas las luces se enciendan de repente a la vez, con la misma luz y el mismo sonido, generando un relámpago y un trueno grave e improviso. A partir de ahí el director de orquestra toma el control e indica a las demás luces como trabajar en perfecta sincronía. Se abre una secuencia en la cual los pulsadores luminosos despliegan todas sus posibilidades lumínicas y sonoras, jugando entre ellos, persiguiéndose por la fachada, para culminar con una sinfonía en crescendo en la cual sus halos se coordinan para iluminar toda la fachada y pulsar rítmicamente hacia el público. En su punto de máxima luminosidad, la fachada se apaga repentinamente. Es el cierre final, en el cual la luminaria “leader”, vuelve a quedarse sola, un círculo luminoso en el centro de la fachada oscura, y emite un “Adiós” de luz y sonido hacia el espectador.
Así se despedía el pulsador, y también de alguna manera la antigua fachada de la fábrica. Fiel a un espíritu empresarial que busca siempre reinventarse e innovar, Simon empezará en 2020 un proyecto de remodelación para trasladar sus oficinas centrales, reimpulsando así una vez más la evolución en la relación entre tecnología y personas que quisimos representar con nuestra instalación.
#Pulse897
Cliente: @simonelectric
Evento: #llumbcn2019
Diseño iluminación: @reMM_by_Michela Mezzavilla
Powered by:@protopixel_bcn
Sound Design by: @volteretamusic
Video: Lisa Mamedova
Fotografía: Milena Rosés Lloret
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