Por José Antonio Fernández y Javier Górriz
“La arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz”. Le Corbusier.
No cabe duda que si de los labios de uno de los arquitectos más importantes e influyentes de la Historia brotaban estas palabras, es porque es algo a reflexionar, aunque cualquier “eslogan” siempre encierre un abanico de matices… En cualquier caso, nos resulta útil para explicar algunas consideraciones sobre la visión de la arquitectura que encierran nuestras pupilas. Como por ejemplo el concepto del juego arquitectónico y su relación con la luz. Entender la arquitectura como un sistema de relaciones, donde la luz forma parte indeleble de dicho sistema, es clave. No como algo impuesto a posteriori, sino más bien como un elemento prioritario en la génesis del propio proceso.
En el momento que vivimos todo resulta abrumadoramente complejo, debido, en parte, al exceso de información y a la velocidad de los cambios. Un momento en el que las respuestas pasan a un segundo plano, para darle un papel protagonista a la propia pregunta, que, en los tiempos que corren, nos servirá de hilo para no perdernos en el laberinto. Las relaciones sinérgicas entre especialistas de diferentes ámbitos es la tónica de nuestro presente más inmediato para poder enfrentarnos a la compleja realidad desde una mirada estereoscópica. Por todo ello, la propia relación entre arquitecto y diseñador de iluminación se convierte en nuestro paradigma, en nuestra manera de hacer y de entender el proceso creativo.
La luz, en cierta medida, nos ayuda a desvelar los secretos del “Promenade architecturale”, a afilar la mirada para comprender el “sistema arquitectónico”, a hacernos preguntas, además de ofrecernos una cierta sensación de control gracias a los avances tecnológicos, siendo capaces de controlar la temperatura de la luz, el color, la direccionalidad, las escenas y un sinfín de posibilidades en la palma de la mano. Un ejemplo de este equilibrio entre el avance tecnológico y la poesía más embriagadora, en lo referente al confort lumínico, podría ser la intervención en la Iglesia del Sagrado Corazón de Melilla.
Una situación que, a priori, se limitaba a renovar la instalación eléctrica por motivos de seguridad, se convierte en una oportunidad para resaltar la belleza escondida del paso del tiempo, para generar múltiples percepciones de un espacio que permanecía mudo al no poder “jugar con la luz” para desvelar las realidades arquitectónicas encerradas. Los arcos fajones de la bóveda central, las crucerías de las bóvedas laterales o las arcadas estructurales, además de un sinfín de detalles antes diluidos en la mirada despistada, alzan la voz para enriquecer el discurso espacial y matizar la liturgia de cada una de las celebraciones religiosas propias de la celebración cristiana. Toda la tecnología instalada ofrece la oportunidad de regular cada una de las luminarias para programar un gran número de situaciones y ambientes.
Ahora, Don Eduardo, padre de la iglesia del Sagrado Corazón, además de Vicario Episcopal de Melilla, con un golpe de índice, y gracias a la tecnología Casambi, puede generar diferentes escenas lumínicas para potenciar el mensaje a transmitir en cada momento, dependiendo si se trata de una misa diaria, de una boda, de un funeral, o de cualquier otro evento religioso, amplificando las sensaciones de los feligreses para cada una de las celebraciones.
Propiedad: Diócesis de Málaga
Financiación: Ciudad Autónoma de Melilla
Arquitectura: José Antonio Fernández Chacel 8 Arquitectura
Diseño de Iluminación: Javier Górriz DCI Lighting design
Director de Ejecución: Alberto Maldonado
Ejecución: FGS Construcción
Luminarias: Reggiani, Linea Light, Lluria
Fotografía: Martín García Perez
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